" Pacta sunt servanda " Lo pactado obliga.

domingo, 19 de marzo de 2017

LIDIA FALCON - La verdad es siempre revolucionaria.






Carta abierta al diputado Rafael Hernando Muertos sin sepultura


http://blogs.publico.es/lidia-falcon/


Le he visto a usted, señor Hernando,  en la televisión, en un ejercicio de falsedad e hipocresía solo digno del Hurias Heep dickensiano de David Cooperfield, manifestando su sorpresa  porque los que reclaman la exhumación del Valle de los Caídos de sus deudos asesinados por los franquistas, a los que enterraron junto a sus asesinos,  estén siempre “con los muertos a vueltas” cuando usted desea que los muertos descansen en paz”, y hasta se atrevió a añadir que alguien debe de entretenerse con ello”. 

Como yo tengo unas familiares muy cercanas que hace 80 años que se están entreteniendo buscando los restos de su padre, le voy a contestar a tales manifestaciones contándole su historia. 

El 17 de julio de 1936, Virgilio Leret, capitán de aviación del Ejército Republicano, al que había jurado fidelidad muy gustosamente, ya que pertenecía al Partido Socialista y había estado implicado en la conjura de Galán y García Hernández, era el jefe de la base de Hidros de Mar Chica en el Ataloyón de Melilla. Ese infausto día, el ejército faccioso sublevado a las órdenes del general Francisco Franco, asaltó la base. Después de una heroica resistencia que duró sólo unas horas, ya que no tenían ni municiones ni hidros, que se encontraban desguazados para limpiarlos, Leret y sus tropas se rindieron al ejército rebelde. Y, despreciando las leyes de la guerra, los facciosos fusilaron inmediatamente al capitán y a los trece oficiales que comandaban la tropa y que se habían batido valerosamente contra los fascistas, en defensa del legítimo régimen de la II República. 

Nunca se encontraron sus cuerpos. 

Virgilio Leret era el marido de mi tía, Carlota O’Neill, la hermana de mi madre,  Enriqueta O’Neill, que pasó seis años de prisión por ser la esposa del capitán, y padre de mis primas María Gabriela y Carlota Leret O’Neill. Ellas, mis primas, todavía están buscando los restos de su padre para poder honrarle en una sepultura digna. 

En similares condiciones, se encuentran 150.000 desaparecidos, asesinados por falangistas, franquistas y otros de igual laya, en todas las cunetas, caminos y campos de España. Como ya se ha repetido, España es el país que tiene más desaparecidos después de Camboya. 

España es también el país donde después de una cruenta guerra civil, la única en Europa contra el fascismo, y de una dictadura interminable, no se han creado tribunales que aclararan los crímenes de los dirigentes del régimen, no se ha constituido una Comisión de la Verdad como en Sudáfrica, no se han anulado los innumerables infames Consejos de Guerra en los que se condenaba a muerte a republicanos, anarquistas, sindicalistas, socialistas, comunistas, masones, demócratas y simple gente del pueblo que había votado la República. 

En Alemania, Francia, Portugal, Grecia, Argentina, Chile, Uruguay, Guatemala, se han celebrado juicios contra los dictadores y sus sicarios torturadores, algunos incluso en España -¡macabra paradoja!- y condenado a decenas de años de prisión a los culpables, por los mismos delitos que en España cometieron sus conmilitones fascistas que nos oprimieron y explotaron durante cuatro largas décadas. 

En España, no. En España se tardó 32 años en aprobar la Ley de Memoria Histórica después de morir el dictador. Una Ley que no anula los juicios fascistas, que no provee de medios para buscar las fosas comunes, desenterrar los restos y darles sepultura digna y que no indemniza a las víctimas. Y en cuanto el Partido Popular se hizo con el gobierno anuló todas las ayudas económicas –¡tan miserables!- que se habían concedido para llevar a cabo esa justa misión.  

Ese Partido Popular que tiene como honroso representante a Rafael Hernando, que habla en nombre de su partido en los términos que acaba de hacerlo, y que no ha accedido a condenar el golpe de Estado de 1936, impuso sus condiciones para aprobar la Ley de Memoria Histórica en 2007. 

Hace diez años, cuando se estaba debatiendo en el Parlamento, con interminables discusiones y estéril retórica escribí:


“En definitiva, ser demócrata en España es diferente de serlo en Alemania o en Argentina. Hoy, ni siquiera a las víctimas sobrevivientes de la Guerra Civil y la dictadura se les otorga la satisfacción de ver a sus verdugos avergonzados. Porque nunca nos pidieron perdón”.

Pero no sólo no nos han pedido perdón sino que el portavoz del PP, partido que gobierna nuestro país, se permite burlarse de las víctimas. En otra célebre comparecencia ante los medios de comunicación Rafael Hernando afirmó que algunos se han acordado de su padre cuando había subvenciones”.  Por eso, para que los olvidemos definitivamente y dejemos de “entretenernos moviendo a los muertos” el Partido Popular ya no concede subvenciones para la búsqueda de las fosas comunes. 

Pero quiero decirle, señor Hernando, que mis primas Gabriela y Carlota Leret O’Neill, no han recibido nunca subvenciones para buscar los restos de su padre. Han trabajado en la búsqueda de datos, en viajes desde Venezuela donde residen, en las entrevistas con los todavía supervivientes de aquella época, en procedimientos múltiples, administrativos y judiciales, de los que no han obtenido respuesta, costeándoselo de su propio peculio. 

Y de la misma manera, la hija de Julián Grimau, fusilado en abril de 1963, y las hermanas de Salvador Puig Antich, asesinado a garrote vil el 2 de marzo de 1974, y los amigos y parientes de los últimos ejecutados por el franquismo el 27 de septiembre de 1975 –porque el dictador murió matando-, y las hijas y nietos de los miles de desaparecidos durante los exterminadores años de la dictadura, nunca han recibido ayuda económica alguna para su labor de perseguir la justicia. 

Ciertamente, señor Hernando, usted no debe sentir vergüenza por sus declaraciones, ya que es muy proclive a divulgarlas. En diciembre de 2014 fue condenado a pagar 20.000 euros, con el portavoz adjunto Rafael Merino, al partido político UPyD por vulnerar el honor del mismo y acusarle de financiarse ilegalmente. En diciembre de 2012 negó el cambio climático aduciendo que esos “postulados” responden a eco comunismo que profetiza lo mismo que eso de que el próximo 21 de diciembre se va a acabar el mundo. En octubre de 2012 llamó al juez Santiago Pedraz “pijo ácrata”, comentario del que tuvo que disculparse poco después. 

Usted no tiene vergüenza de pronunciar tales expresiones públicamente porque no tiene ningún familiar asesinado, torturado ni exiliado por los franquistas. Su pariente más conocido es Rafael Pérez Escolar, abogado y político, dentro de la antigua Alianza Popular –luego Partido Popular-, que fue representante del Consejo de Administración de Banesto en la etapa de Mario Conde, por lo que fue procesado.  

Su biografía corresponde exactamente al arquetipo de la derecha española: dirigente de un partido fundado por Manuel Fraga Iribarne, ministro y embajador de Franco durante décadas; firmante de penas de muerte; ministro del Interior que afirmaba que “la calle era suya” y ordenaba a la policía matar a tiros a los trabajadores en las manifestaciones; autor de las leyes de represión de la libertad de prensa, de opinión, de manifestación, de partidos políticos. Un partido que protege al capital y oprime a los trabajadores, que le niega a las mujeres el derecho a disponer de su capacidad reproductora, que persigue la libertad de expresión y de manifestación, y  que vota en contra de todo intento, por tímido que sea, de restaurar la memoria y la justicia en nuestro país.

Para completar el retrato del señor Hernando, es amante de las corridas de toros y procesiona cada Viernes Santo con las cofradías del Santo Sepulcro y la Virgen de los Dolores de Almería. 

Y por supuesto, “no se entretiene moviendo a sus muertos” de las fosas comunes ni del Valle de los Caídos, porque no tiene ninguno. 

Madrid, 18 de marzo 2017. 

domingo, 12 de marzo de 2017

VERDI, NABUCCO CORO DE LOS ESCLAVOS ( ¿ ó de los exiliados ? )



       


Desde el exilio  esta pieza musical tiene otros sabores.... 


Zalú y Alegria

Va, pensiero - del ópera "Nabucco"
de Giuseppe Verdi (1842)

Ve, pensamiento, con alas doradas,
Ve, pósate en las lomas, en las colinas,
donde exhalan tibios y suaves
los aires dulces de la tierra natal.

Saluda las orillas del Jordán
y las torres derruidas de Sión
¡Oh, patria mía, tan bella y tan perdida!
¡Oh recuerdo tan querido y tan fatal!

Arpa de oro de fatídicos vates,
¿por qué cuelgas muda del sauce?
¡Reenciende en el pecho los recuerdos,
háblanos del tiempo que fue!

Igual que los hados de Sólima
traes un sonido de crudo lamento
¡Que te inspire el Señor un canto,
que al padecer infunda virtud,
que al padecer infunda virtud,
que al padecer infunda virtud,
al padecer, virtud!


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Va, pensiero, sull'ali dorate;
Va, ti posa sui clivi, sui colli,
Ove olezzano tepide e molli
L'aure dolci del suolo natal!

Del Giordano le rive saluta,
Di Sionne le torri atterrate...
Oh mia patria sì bella e perduta!
O membranza sì cara e fatal!

Arpa d'or dei fatidici vati,
Perché muta dal salice pendi?
Le memorie nel petto riaccendi,
Ci favella del tempo che fu!

O simile di Solima ai fati
Traggi un suono di crudo lamento,
O t'ispiri il Signore un concento,
che ne infonda al patire virtù,
che ne infonda al patire virtù,
che ne infonda al patire virtù,
al patire virtù!

jueves, 9 de marzo de 2017

El ahorro



El capitalismo son valores: (I) El ahorro



 

Mucha gente cree que el capitalismo es un sistema económico que resulta de valores consumistas y que, al mismo tiempo, los alienta. Nada más falso y nada más errado. El capitalismo requiere, tanto para su origen como para su funcionamiento cotidiano, de valores que son la antítesis del consumismo y del estilo de vida despreocupado que parece ser más una consecuencia de la opulencia que este genera y de ideas como de las keynesianas, que provienen de una etapa madura del mismo, que de los valores que lo conformaron en sus comienzos a principios del siglo XIX. Daniel Bell escribió hace años un hermoso libro sobre las contradicciones culturales del capitalismo en el que profetiza que morirá de éxito, precisamente porque al devenir más ricas las poblaciones olvidarán los valores que permitieron la liberación de la pobreza. Las personas criadas desde pequeñas en la riqueza, y sin memoria de la historia de los procesos que la condujeron a ella, tienden a pensar que es algo que viene de la noche de los tiempos, como algo garantizado que no puede ser destruido y sólo incrementado. Pero ¿a qué valores nos estamos refiriendo? Principalmente a dos: el ahorro y el trabajo. Pero en este artículo me referiré principalmente al ahorro.


El ahorro es el valor principal del capitalismo y sin el cual este no podría existir en las dimensiones actuales. Consiste en diferir el consumo de bienes presentes para poder disponer de consumos futuros, bien porque podamos prever que van a escasear en el futuro, bien para obtener algún tipo de lucro de tal abstención. Sin ahorro previo no pueden ser financiados bienes de capital y, por tanto, no se podría haber incrementado el nivel de vida hasta los estándares actuales. El ahorro es una virtud que precisa de disciplina interior en el sentido de ser capaces de doblegar nuestros impulsos de disfrutar placeres presentes. La virtud del ahorro requiere de previsión y cálculo hacia el futuro y, si bien se encuentra en mayor o menor medida en todos los seres humanos, necesita ser educada si se quiere conseguir una sociedad capitalista y, por tanto, disfrutar de buenos niveles de vida en todos los aspectos, esto es, en un nivel de consumo aceptable o en el disfrute de bienes tales como servicios de salud o educación. La educación de esta virtud requiere, sobre todo, configurar una cierta perspectiva respecto del tiempo, esto es, valorar más el futuro y menos el presente. Las sociedades capitalistas nacen entre poblaciones con una preferencia temporal muy baja, como ocurrió en la época victoriana en Inglaterra. Era una sociedad puritana y frugal que valoraba muy poco los placeres presentes y pensaba a largo plazo, en el porvenir. Fue una combinación de valores religiosos, sociales y económicos que confluyeron en una de las sociedades más frugales que vieron los tiempos. De esa frugalidad, y no de las colonias como se suele decir (muchos países las tuvieron antes, como España y Portugal, y no devinieron capitalistas, más bien lo contrario) fue de donde se consiguió generar el capital necesario para financiar el primitivo desarrollo industrial, que luego se extendería al resto de Europa. En sociedades como la británica de esa era se fundaron con gran éxito, incluso, bancos de céntimos para favorecer el ahorro de las clases obreras, que podían ir allí a depositar pequeñas cantidades de dinero, para poder prever para el futuro y para educar en la continencia económica a los más desfavorecidos, y evitar así que lo continuasen siendo. Campañas educativas a favor del ahorro como las de Samuel Smiles, bien descritas en sus obras hoy por desgracia olvidadas, eran frecuentes en aquella época, junto con valores moralizantes en contra del alcohol y el vicio del juego. Estos autores acostumbraban a usar ejemplos como el de capitalizar a interés compuesto durante diez o veinte años el consumo de alcohol cotidiano del trabajador, mostrando que estos pequeños gastos podrían ser transformados en grandes cantidades de dinero o en seguros para evitar la pobreza en caso de infortunio. Cierto es que buena parte de la formación de capital que se hace a día de hoy se debe al ahorro de empresas, a los beneficios no repartidos de las mismas e invertidos en la producción, pero también es cierto que tales decisiones son tomadas por personas dotadas de una visión temporal a largo plazo y que entienden las ventajas a medio y largo plazo de diferir el consumo. La virtud del ahorro también tiene mucho que ver con la cultura predominante en cada sociedad. Hay culturas que favorecen el ahorro y la frugalidad, mientras que otras como la nuestra favorecen el consumo y el disfrute de la vida y del momento, el famoso carpe diem. Esta cultura, extendida por los medios de comunicación, el arte e incluso el sistema educativo, afecta sustancialmente a la perspectiva temporal de buena parte de la población, reforzando la ya fuerte tendencia hacia el disfrute inmediato y destruyendo toda la compleja arquitectura del ahorro que fue conseguida a través de los siglos en un largo y difícil proceso de civilización temporal.


El “lo quiero aquí y ahora” parece ser el signo de los tiempos. Consumimos muchos de nuestros bienes a crédito, sin pasar por el sacrificio previo de privarse de bienes de consumo, incluso llegando al extremo de consumir bienes de ocio o bienes de consumo inmediato (viajes, banquetes) pidiendo préstamos que, a su vez, influirán en nuestra capacidad futura de ahorro. Pero esta capacidad de consumo actual está muy influida por nuestra capacidad de ahorro. De no ser capaces de mantenerla irá poco a poco disminuyendo hasta que nuestro actual nivel de vida se haga insostenible. La educación en el ahorro o en el cambio de nuestra preferencia temporal no debe ser, sin embargo, obligatoria. Cada persona tiene derecho a mantener el estilo de vida que le apetezca, pues esta es una cuestión moral en la que la economía o la política no tienen nada que decir. Pero es importante saber cuáles son las consecuencias de nuestras acciones. Puesto que, de seguir pautas de vida o consumo insostenibles económicamente, no tendremos derecho a quejarnos si al cabo de unos años nuestro nivel de vida decae y ya no podemos disfrutar de bienes y servicios, muchos de ellos básicos en el nivel de vida al que estamos acostumbrados. El ahorro es una virtud que merece ser alabada y defendida, sin obligar a nadie, pero teniendo en cuenta que es gracias a ella que podemos disfrutar de una vida que ni el faraón podría haber soñado.