A nivel de salud mental, ¿de qué distinta manera afecta un shock como el del 11-S o un problema sostenido como la crisis económica?
Los mecanismos son totalmente distintos. El shock exige ayuda; la crisis, adaptación. En líneas generales, lo que estamos viendo es cómo se despiertan problemas latentes en las personas, que crecen ante la presión crónica que supone una crisis prolongada.
¿Hay alguna consulta que se produzca con más frecuencia ahora?
No hay una concreta... Sí que hay más gente con problemas, claro. Pero la situación se manifiesta en cada uno de forma distinta: mayor irritabilidad, peores relaciones con familia y amigos, caída en el estado de ánimo, abuso de estupefacientes, depresión o ansiedad... Y en muchos casos ahondas y lo que se encuentra es una pérdida de autoestima fruto del desempleo, o una insatisfacción con el giro de la situación laboral que produce pérdida de identidad social, por ejemplo.
Julián Díez - Madrid - 10/08/2011
http://www.cincodias.com/articulo/sentidos/crisis-ha-despertado-problemas-mentales-latentes/20110810cdscdicst_6/
Además de ultimar un nuevo libro sobre la memoria, mantiene su puesto como profesor de la New York University y atiende consulta en una línea de ocupación que, reconoce, le deja poco espacio para ese desarrollo de la actividad personal y el ocio que él mismo recomienda.
Además de esas tareas, ¿ha dejado totalmente atrás su labor en la administración sanitaria?
En cierta forma no, porque trabajo con mi universidad a la hora de elaborar los contratos de colaboración con los hospitales. También algunas de las conferencias que doy giran en torno a mi conocimiento de este tema.
¿Cómo valora la reforma del sistema sanitario estadounidense emprendida por Obama?
Creo que en Europa existe cierta incomprensión hacia la situación en Estados Unidos. El origen es un modelo totalmente distinto, en el que la medicina se desarrolló de manera similar a la abogacía, con un enfoque de negocio. Hoy, por ejemplo, la sanidad es la mayor industria de Nueva York, y supone el 17% del PIB estadounidense. Las resistencias hay que colocarlas en ese contexto, el de una situación muy consolidada y con una enorme resistencia a pasar cualquier nueva legislación por parte de grupos muy poderosos como las asociaciones médicas, las farmacéuticas o las aseguradoras. Dada la situación, se han dado pasos muy modestos, pero interesantes.
¿Qué medidas destacaría?
A mí, personalmente, me ha beneficiado una: la que amplía de los 23 a los 26 años la posibilidad de que los hijos se acojan al seguro paterno. Estamos hablando de un ahorro de al menos 600 dólares mensuales por familia. La consecuencia es que los jóvenes, en general, prefieren declararse insolventes y acogerse a Medicaid, el servicio para insolventes de muy limitadas coberturas, que además así se colapsa aún más.
Si usted hubiera sido uno de los asesores de David Cameron para reformar la Seguridad Social inglesa, o cualquiera otra europea, ¿cuál hubiera sido su aportación?
Creo que la sociedad debe reflexionar sobre el hecho de que el coste de la Seguridad Social es infinito. Se puede cubrir no solo cualquier enfermedad imaginable, sino también factores tan caros como la prevención o la rehabilitación. Hay que determinar dónde poner el límite, llegar a un acuerdo global sobre cuánto se puede gastar. Y educar al usuario para que deje, por ejemplo, de abusar de las urgencias.
A nivel de salud mental, ¿de qué distinta manera afecta un shock como el del 11-S o un problema sostenido como la crisis económica?
Los mecanismos son totalmente distintos. El shock exige ayuda; la crisis, adaptación. En líneas generales, lo que estamos viendo es cómo se despiertan problemas latentes en las personas, que crecen ante la presión crónica que supone una crisis prolongada.
¿Hay alguna consulta que se produzca con más frecuencia ahora?
No hay una concreta... Sí que hay más gente con problemas, claro. Pero la situación se manifiesta en cada uno de forma distinta: mayor irritabilidad, peores relaciones con familia y amigos, caída en el estado de ánimo, abuso de estupefacientes, depresión o ansiedad... Y en muchos casos ahondas y lo que se encuentra es una pérdida de autoestima fruto del desempleo, o una insatisfacción con el giro de la situación laboral que produce pérdida de identidad social, por ejemplo.
¿Hay tantas diferencias como se dice entre la salud mental de los estadounidenses y la europea, o la española en particular?
La principal es que el estadounidense no siente pudor por la necesidad de consultar con un profesional, existen menos prejuicios. Además, son más conocidas e identificadas como de necesario tratamiento ciertas situaciones, como el déficit de atención infantil. Creo que al margen de esas cuestiones numéricas, proporcionalmente, las patologías más frecuentes serían las mismas y en similar proporción: los trastornos de ansiedad en primer lugar, después la depresión y luego, problemas más serios.
Además de esas tareas, ¿ha dejado totalmente atrás su labor en la administración sanitaria?
En cierta forma no, porque trabajo con mi universidad a la hora de elaborar los contratos de colaboración con los hospitales. También algunas de las conferencias que doy giran en torno a mi conocimiento de este tema.
¿Cómo valora la reforma del sistema sanitario estadounidense emprendida por Obama?
Creo que en Europa existe cierta incomprensión hacia la situación en Estados Unidos. El origen es un modelo totalmente distinto, en el que la medicina se desarrolló de manera similar a la abogacía, con un enfoque de negocio. Hoy, por ejemplo, la sanidad es la mayor industria de Nueva York, y supone el 17% del PIB estadounidense. Las resistencias hay que colocarlas en ese contexto, el de una situación muy consolidada y con una enorme resistencia a pasar cualquier nueva legislación por parte de grupos muy poderosos como las asociaciones médicas, las farmacéuticas o las aseguradoras. Dada la situación, se han dado pasos muy modestos, pero interesantes.
¿Qué medidas destacaría?
A mí, personalmente, me ha beneficiado una: la que amplía de los 23 a los 26 años la posibilidad de que los hijos se acojan al seguro paterno. Estamos hablando de un ahorro de al menos 600 dólares mensuales por familia. La consecuencia es que los jóvenes, en general, prefieren declararse insolventes y acogerse a Medicaid, el servicio para insolventes de muy limitadas coberturas, que además así se colapsa aún más.
Si usted hubiera sido uno de los asesores de David Cameron para reformar la Seguridad Social inglesa, o cualquiera otra europea, ¿cuál hubiera sido su aportación?
Creo que la sociedad debe reflexionar sobre el hecho de que el coste de la Seguridad Social es infinito. Se puede cubrir no solo cualquier enfermedad imaginable, sino también factores tan caros como la prevención o la rehabilitación. Hay que determinar dónde poner el límite, llegar a un acuerdo global sobre cuánto se puede gastar. Y educar al usuario para que deje, por ejemplo, de abusar de las urgencias.
A nivel de salud mental, ¿de qué distinta manera afecta un shock como el del 11-S o un problema sostenido como la crisis económica?
Los mecanismos son totalmente distintos. El shock exige ayuda; la crisis, adaptación. En líneas generales, lo que estamos viendo es cómo se despiertan problemas latentes en las personas, que crecen ante la presión crónica que supone una crisis prolongada.
¿Hay alguna consulta que se produzca con más frecuencia ahora?
No hay una concreta... Sí que hay más gente con problemas, claro. Pero la situación se manifiesta en cada uno de forma distinta: mayor irritabilidad, peores relaciones con familia y amigos, caída en el estado de ánimo, abuso de estupefacientes, depresión o ansiedad... Y en muchos casos ahondas y lo que se encuentra es una pérdida de autoestima fruto del desempleo, o una insatisfacción con el giro de la situación laboral que produce pérdida de identidad social, por ejemplo.
¿Hay tantas diferencias como se dice entre la salud mental de los estadounidenses y la europea, o la española en particular?
La principal es que el estadounidense no siente pudor por la necesidad de consultar con un profesional, existen menos prejuicios. Además, son más conocidas e identificadas como de necesario tratamiento ciertas situaciones, como el déficit de atención infantil. Creo que al margen de esas cuestiones numéricas, proporcionalmente, las patologías más frecuentes serían las mismas y en similar proporción: los trastornos de ansiedad en primer lugar, después la depresión y luego, problemas más serios.
Bin Laden "Aquí era preferible la muerte a la captura"
Rojas Marcos afrontó la crisis del 11-S, el episodio más decisivo para la psique norteamericana en los últimos 50 años, como responsable de la sanidad de Nueva York.
¿Cree que ha sido preferible para los afectados la muerte de Bin Laden antes que, por ejemplo, su encarcelación y humillación pública?
Es muy humano sentir que quien ha causado un grave daño personal debe ser castigado. Llámesele justicia o venganza, es algo comprensible. Otra cuestión es la moralidad, o la proporción. Dicho esto, para la mentalidad americana este desenlace ha sido preferible, es más consistente con la forma de ver las cosas aquí. Bin Laden se mantenía como una amenaza, una fuente de nuevos ataques. Su muerte ha sido algo así como el fin de la película, y era preferible a una captura. Por su puesto, también hay gente que no ha sentido alegría. Yo mismo, por ejemplo.
Con frecuencia escuchamos que es imposible llevar una vida sana en el estrés del ritmo de vida actual, ¿existe realmente una incompatibilidad?
No, es exagerado. Un estudio nos demostraría siempre que la calidad de vida de cada individuo es por término medio mayor de lo que pensamos casi siempre. Sobre el estrés de las ciudades, quiero añadir que su actividad estimula el ritmo vital, favorece la creatividad y es especialmente benéfico para los mayores. Mucho más que esos lugares solo para ellos, artificiales, en Florida o Arizona...
¿Mantiene su pasión por el jogging?
Es prácticamente lo único para lo que saco tiempo a diario. Correr es mi forma de controlar el estrés. Salgo casi cada día por Central Park con mi pastor alemán. En noviembre, si todo marcha bien, correré mi maratón de Nueva York número 19. Lo hago tranquilamente, en más de cuatro horas. Salvo un poco de música, es mi única escapada diaria. Sí, es la típica contradicción de médico que no practica sus consejos... Me cuesta muchísimo relajarme, disfruto de la actividad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario